La tierra de Aden había quedado marcada por interminables guerras, pero poco a poco la prosperidad regresó cuando se reabrieron las rutas comerciales y los striders llevaron riquezas a través de los reinos. La Era del Esplendor amaneció con té, seda, especias y acero fluyendo por el Puerto de Giran y Heine, pero bajo los fuegos artificiales de la celebración, comenzaron a moverse las sombras. Mercaderes, nobles y fanáticos buscaban los Arcas Sagradas perdidas, supuestamente portadoras de reliquias vinculadas a Baium, el emperador maldito. Mercenarios y aventureros perecieron ante los Guardianes de las Arcas, mientras rumores de traición se esparcían entre señores y gremios. De este caos surgieron figuras legendarias: Aria FirstMatter, una Elfa Oscura cuyo poder y orgullo rechazaban la rendición; Scryde, un Bailarín de Espadas convertido en caballero; y Crow Feather, un letal arquero de Rune. Pero la prosperidad trajo consigo su propia maldición. Desde los campos de Dion hasta el Coliseo del Lago Narsell, la codicia y la ambición dieron lugar a derramamientos de sangre. Lobos envueltos en sombras susurraban advertencias en el Claro del Árbol del Mundo, mientras mercenarios cazaban reliquias que terminaban costándoles la vida. La lucha por el dominio entre clanes, bandas de mercenarios y oscuras conspiraciones reveló una verdad más sombría bajo el dorado esplendor de Aden. La Era del Esplendor fue más que prosperidad: fue arrogancia, traición y el nacimiento de leyendas que forjarían las crónicas del mañana. Cada sombra tenía colmillos, y cada héroe cargaba cicatrices. Mientras nuevos poderes surgen, una pregunta permanece: ¿quién reclamará el destino de Aden cuando los dioses se aparten y los mortales derramen su sangre por gloria?